agosto 20, 2008

ANTROPOLOGIAS TRANSEUNTES


Juan Gabriel Garzón Guerrero

En este fragmento del libro “Antropologías Transeúntes” sus autores pretenden postular el conflicto que ha acarreado la antropología en Colombia desde su institucionalización en 1940, con sus supuestos y exclusivos intereses de estudio: la cultura y los indios; planteando un nuevo escenario para la re-definición de nuevas modalidades de alteridad que se están discutiendo gracias a la disolución o redefinición de sus objetos de estudio.
A partir de unas líneas de trabajo que viene con la “nueva generación” de antropólogos, se logran recopilar unos apuntes y colaboraciones para el libro que cuestionan de manera explicita o implícita, muchos de los supuestos sobre los cuales se edificó gran parte de la antropología en Colombia. Es así como el autor hace manifiesta la propuesta de cambio de la razón de ser de la antropología, pasando de la búsqueda y definición de esencias culturales, la descripción de costumbres y gente exótica a la naturaleza de la pluralidad cultural en el actual contexto de la globalización.
Pero para hablar del cambio gestante en la antropología colombiana, era necesario conocer como se ha dado su trasegar desde 1940, trayendo a colación la discusión académica que se gesto dentro de la disciplina, donde se encuentra la polarización radical que tuvo lugar entre los antropólogos que no lograban un consenso acerca del quehacer antropológico, por un lado estaban los que entendían el ejercicio como la expresión de ciencia objetiva y en el otro, los “antropólogos militantes”, que cuestionaban la concepción de ciencia objetiva, y proponían una antropología militante, comprometiéndose políticamente con las poblaciones con las que trabajaban y defendiendo sus causas. Sin embargo, bueno es aclarar que a pesar de tener puntos de vista divergentes, entre ellos había un común respeto y dialogo con unos implícitos que hacían las veces de “subsuelo” académico para las discusiones (trabajos de campo o exploraciones en terreno, una misma noción acerca de lo que es la cultura, el valor de la evidencia empírica de la cultura).
Alternado con esta profunda discusión y división, los autores nos señalan un punto muy importante para seguir comprendiendo la dinámica de la antropología colombiana, y fue la cruzada antropológica contra el etnocentrismo occidental, anclada en el relativismo cultural, que era un punto central en la agenda de los antropólogos, aunque para unos significará un compromiso ético con la ciencia y para otros uno político con los pueblos objetos.
¿Cuáles fueron las consecuencias que trajo este proceso? Que en las diferentes formas de producción antropológica (cursos enseñados en las universidades, las ponencias presentadas, los textos publicados, etc.) el “indio” se convirtió en el objeto antropológico por antonomasia. Conduciendo a algo que muchos definen, como un termino acuñado de mucha trascendencia: la “indionacionalización” de la antropología. Lo cual se define en el texto como un indio genérico para el común de la gente, el cual se hacía visible por unos rasgos arbitrarios: collares, vestidos, tipos de vivienda, todos adjetivados como “tradicionales”, ocultando las relaciones sociales de poder concretas y con un recorrido histórico en su gestación
En la pretensión de ir más allá de la cultura, el arqueólogo Franz Flórez propone la problematización de la antropología por la lectura indianizante que se venía desarrollando, en el texto Encrucijadas en Colombia Amerindia, que bien encaja con la propuesta de Eduardo Restrepo y María Victoria Uribe, puesto que Flórez cuestionaba la mirada exotizande de “comunidades” aisladas y discretas, que dejaba a un lado los múltiples procesos de relación, conflicto e inserción en las dinámicas locales, regionales, nacionales y globales.
Es así como se va delineando la discusión, pues lo que se ha denominado antropología en la modernidad por un lado cuestiona y crítica la predominante mirada indianizada de la antropología en Colombia, y por el otro, propone una re-localización del proyecto antropológico. Entonces, se pone por presente que existen serias limitaciones cuando se entiende la cultura como una entidad autónoma y explicable en sus propios términos, como una cosa separada de otras igual de importantes y determinantes como la economía, la sociedad, la religión, etc.
Resalta el autor que por “indiologización” de la antropología no se debe entender simplemente que la antropología se haya centrado en el estudio de los indios, si no en las estrategias descriptivo-explicativas que han producido al indio como otro esencial, y que el proyecto antropológico consistiría, de un lado, en examinar cómo se constituyen y operan las diferentes modalidades de la alternalidad y, de otro, exotizar las modalidades del mismo, no definido por la población sino por el tipo de preguntas que se formulan.
Aunque en esta obra se encuentran más aciertos que equivocaciones, la recopilación juiciosa por parte de los autores evidencia que se está gestando un nuevo proyecto de antropología en las nacientes generaciones, un proyecto que esta más ajustado a la realidad de los objetos de estudio en cuanto a sus relaciones, conflictos e inserciones; entendiendo a la cultura como un articulador y dinamizador de los objetos de estudio.